Ocasionalmente, en algunas épocas del año (en invierno, tras unas vacaciones, o al acercarse determinadas fechas significativas como un aniversario) o tras sufrir algún tipo de pérdida afectiva (muerte de un ser querido, ruptura de una pareja) o vivenciar un fracaso personal o profesional (un despido, un mal curso académico, un proyecto personal que se viene abajo) todos nos podemos sentir en un principio y en cierta medida tristes, alilcaidos, desanimados, y experimentar sentimientos de frustración, rabia, desesperanza o desilusión, padecer un intenso pesar y dolor emocional, tener la sensación de falta de energía y fuerzas para seguir haciendo cosas y continuar con las obligaciones del día a día.
Estos sentimientos por lo general, son pasajeros, temporales, no interfieren sobremanera con la vida cotidiana ni causan malestar clínicamente significativo, y desaparecen en unos días o en unas semanas sin necesidad de que la persona haga un especial esfuerzo, ni recurra a ayuda terapéutica profesional.
En cambio, muchos de los trastornos afectivos-emocionales, que comparten cierta sintomatología con estos procesos de duelo o reveses de la vida, se caracterizan porque sus manifestaciones son mucho más insidiosas: la presencia de tristeza y apatía es persistente, existe una pérdida de interés generalizada en las actividades con las que normalmente se disfrutaba, así como por la incapacidad para llevar a cabo las actividades cotidianas, causando por lo general una angustia y malestar psicológico importante en la persona que la padece así como en su entorno socio-familiar y afectando negativamente a diversos ámbitos de su vida como el laboral o el académico.
Los síntomas más comunes que nos pueden ayudar a detectar una depresión son:
Ante la presencia de alguno o varios de los síntomas citados, lo más conveniente es contactar con un especialista en Psiquiatría, o Psicología para que haga una evaluación diagnóstica completa y adecuada e instaure, si es necesario, el tratamiento para cada caso lo más pronto posible, con el fin de evitar que el trastorno evolucione.
En la mayor parte de los casos el tratamiento suele ser mixto: combinación de un tratamiento farmacológico y terapia psicológica. (No hay que olvidar que detrás de este cuadro emocional citado existe un desequilibrio químico centrado básicamente en los niveles de serotonina cerebrales).
En el tratamiento de la depresión, igual que en el resto de los trastornos mentales, es fundamental la colaboración del entorno familiar, dado que en muchas ocasiones el paciente no es consciente de la gravedad del cuadro y es reacio a pedir ayuda. Es la familia, por tanto, quien suele detectar los signos de alarma y quien suele convencer al paciente para que pida ayuda a un profesional.