Relación Mente-Cuerpo: Trastornos Psicosomáticos

23-05-2019

No podemos separar en nuestra vida diaria nuestro cuerpo de nuestra mente. Que existe una interconexión entre lo que pensamos, nuestras emociones y nuestro funcionamiento físico es un hecho. Claros ejemplos de ésto serían la necesidad de ir al baño varias veces antes de un examen; o la sensación de tener un “nudo en el estómago” antes de una reunión importante.

 

Los estilos de pensamiento, expectativas, nuestras emociones, la manera de actuar con los demás, conllevan cambios en el estado físico del cuerpo, que en ocasiones puede resultar perjudicial para la salud si estos síntomas físicos se cronifican o mantienen en el tiempo sin tratarse.

 

En los trastornos psicosomáticos, los factores psicológicos juegan un papel muy importante en la aparición o mantenimiento del trastorno físico; es decir, estos factores pueden contribuir en diversa medida a la iniciación o al empeoramiento de un determinado padecimiento físico o patología médica, aunque también están muy influidos por factores sociales y culturales, existiendo por tanto una gran variabilidad y formas en que pueden presentarse.

 

Algunas de las condiciones psicológicas que pueden favorecer la aparición de trastornos psicosomáticos son los estilos de afrontamiento negativos; las conductas desadaptativas relacionadas con la salud (el sedentarismo, la mala alimentación, el consumo de sustancias…) y las respuestas fisiológicas extremas asociadas a situaciones estresantes, 

 

Algunas manifestaciónes físicas producto de trastornos psicosomáticos son: hipertensión, taquicardias, cefaleas migrañosas y/o tensionales, asma bronquial, alergias, síndrome de colon irritable, colitis ulcerosa, tics, temblores, lumbalgias, contracturas, psoriasis, trastornos sexuales y del sueño etc.

 

La intervención terapéutica psicológica con una adecuada evaluación, tratamiento y seguimiento, consigue en la mayoria de los casos una mejoría en la calidad de vida de la persona, reduciéndose además de forma significativa los estados de ansiedad y depresión que puedan estar relacionados.

 

Para ello es fundamental la labor del terapeuta, entrenando la gestión y expresión adecuada de las emociones y pensamientos negativos, enseñando estrategias de afrontamiento activas y ayudando a eliminar conductas desadaptativas que puedan propiciar la aparición o el mantenimiento de estas enfermedades.